Un article publicat a La Vanguardia, del 10 de setembrer de 1967.
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Source: https://www.elnacional.cat/ca/opinio/jordi-galves-espanya-franca-destructives_550788_102.html
Original source: http://hemeroteca-paginas.lavanguardia.com/LVE07/HEM/1967/09/10/LVG19670910-009.pdf
La Fiesta Nacional
Es muy posible que él español haya elevado el espectáculo de los toros a categoría de fiesta nacional por aquello de que al torero en la arena no le resta otra opción que la de matar o ser matado. Uno de los dos ha de perder le verticalidad; de la arena, solamente una de las partes en litigio sale por su propio pie; a la otra, la sacan. ¿Y no será éste, a fin de cuentas, el símbolo de nuestro radicalismo tradicional? ¿No serán los toros "nuestra fiesta" —"España es diferente"— precisamente por lo que tan tremenda opción recata de simbolismo?
En el temperamento español existe una antropofagia latente, presta a manifestarse en cuanto se da ocasión. El español siempre ha jugado a polarizarse en los extremos. Antes que afirmar, niega; antes que esto es antiaquello. En su oposición dialéctica no cabe la posibilidad de comprender al adversario, cuando menos la de que éste le convenza. Y si frente a aquél nada pueden sus razones, apela a las voces; el caso es imponer su criterio como sea y, por supuesto, sin escuchar antes.
Contemporizar, dialogar, transigir, han sido en nuestro país palabras sin sentido. Mas todo esto, entiendo yo, deriva, antes que del cotejo de ideas, del menosprecio hacia las personas que las sustentan. En España, país muy poco leído, no se rechazan las ideas —que se desconocen— sino las personas; no hay juicios, sino prejuicios. Una tendencia borreguil nos empuja a excomulgar sin más, a aquel a quien nuestro grupo señala como peligroso. Basta con esto. El español no se mete en averiguaciones; el rastreo intelectual le aburre y le fatiga. Odia cordialmente, insulta cordialmente, mata cordialmente; jamás preguntará el porqué de todas esas actitudes. Con esos, mejor no hablar; son unos fanáticos, decimos fanáticamente. Y de este modo todos nos fanatizamos.
Sin respeto a las personas no hay posibilidad de entendimiento. En este difícil país nuestro, aunque otra cosa se predique, no hay contraposición de ideas. Podría haberla si el prójimo que representa una ideología que se nos dice contraria a la nuestra nos inspirase algo más que un insulto.
En España, las guerras civiles se han mamado. El niño que crece ya no pregunta por qué aquel señor es malo; nació bajo esa idea y la acepta como un hecho natural, lo mismo que acepta tener cinco dedos en cada mano; es así y basta. No hay por qué escuchar las razones de ese hombre malo: son infundios, son falacias, son mentiras. Y así nos crece el pelo. Por eso yo sugeriría,
si las famosas Tres Marías
tienen necesariamente que subsistir en
nuestros planes de enseñanza, que
sean cuatro, esto es que se añada a las
existentes, la Educación Cívica, sin
otra finalidad que la de enseñar a los
muchachos a respetar al prójimo y a
separar lo que en él hay de "humano"
y de "político".
Se me ocurren estas cosas al filo
de la lectura de un admirable y emocionante
reportaje de Ana María Badell
de Fisac en torno a "La Pasionaria".
La escritora, que ha entrevistado
en Moscú a Dolores Ibarruri, nos cuenta
de sus recelos antes de la entrevista
recordando que su abuela se santiguaba
como si se hablase del diablo cada
vez que se mentaba a "La Pasionaria".
Pero Ana María Badell se había comprometido
a llevarle un recado de una
amiga monja. "Dolores —le dijo al fin,
tras muchas vacilaciones—, la madre
X me ha encargado que le diga
que reza mucho por usted". Y la señora
Fisac quedó en silencio, la mirada
humillada, esperando el exabrupto,
pero en vista de que no se producía,
levantó los ojos y se encontró con una
anciana conmovida, que apenas acertaba
a pronunciar palabra. Luego se
enteraría de que fue la actitud de algunos
católicos lo que separó a Dolores
Ibarruri de la Iglesia, y la muerte
violenta de su marido, y, posteriormente,
las de sus tres hijas por falta de
atenciones, lo que la impulsó a buscar
una fórmula de justicia sobre la tierra.
En suma, el hecho de que nuestras
fórmulas de justicia no coincidan
con las de ella, nunca deberá llevarnos a identificar a una madre atributada
con el diablo. "La Pasionaria" es
un ser humano con "sus razones" y,
al parecer, con una sutil, conmovedora
sensibilidad, aunque su "fórmula de
justicia", repito, no nos convenza.
Miguel DELIBES
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